El politólogo Nacho Corredor y el economista Adrián Jofre son dos consultores políticos asociados, con alma de periodista, que acaban de publicar un interesante libro titulado “Incidencia pública. El poder en el siglo XXI”.
La frase lapidaria que cierra el último capítulo de la obra dice así: «la comunicación es un elemento transformador a través del cual se ejerce el poder«. Es decir, la comunicación es una herramienta que provoca cambios. Que estos cambios sean buenos o malos para la sociedad, decimos nosotros, es responsabilidad no sólo del emisor sino también del comunicador.
Antes de decir esto del poder, los autores dedican 161 páginas a insistir en la necesidad de una comunicación honesta y con propósito que conecte con el interés general y construya un futuro amable para todos. De lo contrario, aseguran, será el propio mercado (de productos, servicios o ideas) quien penalice las posibles infracciones. No podemos estar más de acuerdo.
El libro explica la evolución y manifestaciones históricas de la comunicación corporativa y su impacto social a través del tiempo, empezando por cierto relacionismo básico que califican de “consumidores de croquetas”, hasta las técnicas actuales de incidencia en la opinión pública .
No seremos nosotros quienes critiquemos a la pobre croqueta, que a menudo sirve para actualizar agendas y conectar o reconectar personas e intereses, pero sí es cierto que detrás de la croqueta debe haber una capacidad metódica de definición de objetivos, una tarea argumentada de creación de mapas de intereses y una selección de medios útiles a la difusión del proyecto.
«¡Hay que comer mucho caviar para poder llevar los garbanzos a casa!» se quejaba a finales del siglo XX un acreditado periodista de finales del siglo XX. Afortunadamente, y tal y como certifica el libro, esta antigua realidad, heredera de la aún más antigua y perversa del periodismo «sobrecogedor» de posguerra, ya se ha revelado absolutamente insuficiente.
Porque ningún mensaje tendrá recorrido si el emisor (institución, empresa, ong o candidato a unas elecciones civiles o políticas) no sabe expresar o no dispone del propósito de contribuir a una transformación positiva del entorno, dado que sin un entorno confortable, no existe ninguna posibilidad de construir un futuro atractivo y razonablemente consistente.
Para ello conviene conocer la evolución histórica y el significado de nuevas formas de expresión de la comunicación: periodismo, relaciones públicas, asuntos públicos, lobby, advocacy y, finalmente, incidencia pública. Y para conseguirlo es necesario leer algunos libros como este que comentamos.
Al fin y al cabo, estas cuatro líneas son sólo un simple editorial.
¡Feliz mes de julio!
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